“Un país desarrollado no es aquel donde el “pobre” puede comprarse su propio auto sino aquel en el cual el “rico” disfruta de usar el transporte público”
El cierre del siglo XIX encontró a nuestro país en el tope del ranking de países en función de su ingreso per cápita. Argentina empezó el siglo XX siendo un país que atraía inmigrantes desde distintas geografías, tendencia que se mantuvo marcadamente durante la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, el siglo XX mantuvo una tendencia declinante en nuestra posición relativa en el contexto mundial medida en términos de ingreso per cápita. Así fue como el fin del siglo XX y principios de éste encontró a hijos y nietos de inmigrantes buscando emigrar del país que cobijó a sus padres y abuelos.
Comenzamos el siglo XXI siendo el país Sudamericano con mayor ingreso per cápita, hoy somos el tercero detrás de Chile y Uruguay.
Este cuadro nos muestra la evolución del PBI de los países sudamericanos a valores actuales (excluyendo Venezuela cuyas estadísticas ya no permiten ser comparadas a nivel internacional)
Fuente: Banco Mundial. La terminología dólares actuales es equivalente a dólares corrientes o nominales.
¿Qué hicimos mal? ¿Qué nos llevó de ser el país al que muchos veían como la tierra en la cual podían desarrollarse a ser visto como un país inviable? ¿Qué nos pasó que hasta pareciera que naturalizamos inmorales niveles de pobreza?
La salida de la coyuntura que hoy atravesamos nos encontrará con niveles de pobreza que lamentablemente no serán menores al 50%.1
¿Cómo llegamos acá? Y lo más importante de todo ¿Cómo salimos? ¿Cómo volvemos a ofrecernos como sociedad la expectativa de un futuro mejor para nuestros hijos?
Entender los motivos que nos llevaron hasta acá, con aciertos (que obviamente los hubo) y con los errores que hemos cometido será una parte del análisis que ineludiblemente debemos llevar adelante.
En un país marcado por los “ismos” y por los “anti”, que arrastra antagonismos absurdos que otras sociedades ya dejaron tiempo detrás, escuchar puede ser una manera de empezar a encontrar denominadores comunes.
En una época de “grietas” donde cada cambio de signo político en una administración municipal, provincial o nacional pareciera ser un “volver a empezar”, quizás haya que empezar a desarrollar el sano ejercicio de valorar lo mucho o poco que nos deja cada administración saliente, para sobre esas bases seguir avanzando. Si cada administración saliente (al nivel institucional que sea) le deja a la administración entrante una mejor situación que la recibida, ya habremos dado un salto cuantitativo importante. No es necesario intentar refundar el país cada cuatro años.
En esa búsqueda de hitos para el desarrollo podríamos arriesgar, a modo de puntapié inicial, una condición necesaria: El Estado debe ser Eficaz.
¿Hay algún caso de un país que haya elevado sensiblemente su nivel de vida o que haya avanzado en términos comparativos con otros países con un Estado disfuncional? ¿Algún país o región logró mejorar sensiblemente el nivel de vida de su población con un Estado que no estuviera a la altura de lo que esa sociedad necesitaba en ese momento?
Pensemos en la Gran Bretaña del siglo XIX, los Estados Unidos del siglo XX o la China del siglo XXI, ¿Habrían logrado su posición relativa en el concierto de naciones sin un Estado eficaz y funcional a las necesidades de esos países en esos momentos?
Pensemos en Japón, Corea del Sur o los llamados Tigres Asiáticos, ¿Hubieran logrado las tasas de crecimiento observadas en la segunda mitad del siglo XX sin un Estado a la altura de sus necesidades?
Pensemos en los denominados BRICS (Brasil – Rusia – India – China y Sudáfrica) de los que tanto se habla en estos últimos tiempos. ¿No tuvo acaso el Estado un rol relevante en cada uno de ellos? Basta observar Brasil, sus problemas institucionales desaceleraron el ritmo de crecimiento que habían logrado a fines del siglo pasado y principios de este.
Mucho tiempo invertimos en la discusión, (importante por cierto), del alcance y tamaño del Estado, pero estamos dejando de lado una condición básica previa ineludible. El Estado grande o chico, más presente o menos presente, SIEMPRE debe ser eficaz.
La historia nos muestra sociedades con “poca intervención estatal” que lograron aumentar y mucho su bienestar. La historia también nos muestra sociedades que con “mucha intervención estatal” también lograron mejorar el bienestar de su población. La historia no nos muestra ejemplos de sociedades que hayan mejorado su nivel de vida sin un Estado eficaz.
Argentina hoy nos muestra: i) un Estado que tiene una muy alta participación en la economía si lo medimos en términos de erogaciones del sector público consolidado sobre PBI o presión fiscal consolidada sobre PBI, ii) con niveles de eficacia muy bajos a tal punto que la sociedad prefiere pagar por bienes o servicios privados cuando el Estado ofrece esos bienes de manera “gratuita”, y iii) con un esquema de recaudación/gasto muy regresivo.
El siguiente gráfico nos muestra la evolución del Gasto Público Consolidado (Nación, Provincias y Municipios) hasta el desde 1980 hasta 2017 que es el último dato publicado oficialmente por el Poder Ejecutivo Nacional
Fuente: Dirección de Nacional de Política Fiscal y de Ingresos – Secretaría de Política Económica sobre la base de Secretaría de Hacienda y SIDIF.
Argentina no es el país con mayor presión fiscal o participación del gasto público en el PBI en el mundo, Argentina no es el país con “peor calidad en los bienes y servicios” que ofrece su Estado, Argentina no es el país con la peor regresividad en su esquema de recaudación y gasto. ¿Algún país presenta altos niveles de bienestar de su población con las tres características antes citadas juntas operando en el mismo momento?
Hay países con mayores niveles de ingreso per cápita con un presión tributaria o participación del gasto público en su economía mayor a la nuestra, pero la calidad de los bienes y servicios que ofrece su Estado (educación, salud, seguridad o infraestructura según el caso) es mejor que el nivel de bienes y servicios que ofrece el nuestro. Hay países en los que el Estado ofrece un menor vector de bienes y servicios que el Estado Argentino pero con una presión fiscal mucho menor.
La calidad de los bienes y servicios ofrecida por el Estado Argentino “revelada por la preferencia” de sus propios ciudadanos la podemos observar en el hecho que sectores de ingresos medios o bajos, teniendo bienes no arancelados ofrecidos por el Estado (educación o salud pública) prefieren pagar por los mismos. Tan mala es la calidad de los bienes ofrecidos por el Estado, que aún teniéndolos “no arancelados”, determinados sectores prefieren pagar por los mismos en el ámbito privado reduciendo o sacrificando otras erogaciones en otros rubros.
¿Cuánto mejoraría el ingreso disponible de la población si ciertos sectores pudieran reposar en los bienes y servicios ofrecidos por el Estado? Pensemos simplemente en la educación y salud pública. ¿Cuánto mejoraría el ingreso disponible de una pareja de jubilados si pudieran confiar en el PAMI y no recurrir al sistema de salud privado? ¿Cuánto mejoraría el ingreso disponible de una familia de clase media si sus hijos pudieran concurrir al sistema de educación pública sin sacrificar calidad en su formación académica?
Es tan baja la calidad de los bienes y servicios que nos ofrece el Estado que aún sin una reforma tributaria que revierta la regresividad de nuestro sistema tributario, el mero aumento de la calidad de los bienes provistos por el Estado ya cambiaría sustancialmente el bienestar de los sectores de ingresos medios y bajos.
¿Cómo hace una empresa para competir en el mundo global con la “mochila” que significa una combinación de alta presión estatal, bajo nivel de bienes y servicios públicos y alto costo de endeudamiento?
Una Pyme puede ser muy productiva y eficiente “puertas adentro” pero ya cuando quiere financiar sus actividades el piso de las tasas de interés las fija el Estado. Si un agente tiene la posibilidad de prestarle al Estado a x%, ¿Por qué le prestaría a una Pyme que opera en ese país a “menos de x%”?
Las cadenas de valor que mantienen su competitividad en nuestra economía son las que con su productividad pueden compensar la ineficacia sistémica de nuestro Estado. Son cadenas de valor que son internacionalmente competitivas “a pesar” del Estado.
Industrias en las cuales el costo de financiamiento es determinante muchas veces simplemente no pueden operar en nuestro país y si lo hacen compensan el “extra costo local” con menores niveles salariales o menores remuneraciones de otros factores. El desempleo de factores o los bajos salarios es en parte consecuencia del costo de la ineficacia estatal.
¿Esto significa que el Estado siempre debe ser superavitario? ¿Eso significa que el Estado debe manejarse como una unidad de negocios de una corporación? Obviamente NO. El Estado no es, ni podría ser, asimilable a una empresa privada.
No es necesario que el Estado siempre tenga sus cuentas equilibradas. La experiencia mundial indica que bajo determinadas circunstancias los déficits fiscales son el reflejo del esfuerzo del Estado por morigerar un ciclo depresivo de la economía. Nada de malo tienen en sí mismo los déficits fiscales, el problema es la falta de sustentabilidad de las cuentas públicas.
El problema no es ni los déficits ni la deuda pública en sí misma, el problema es que nuestro Estado entró en una peligrosa dinámica donde cada vez transcurre menos tiempo entre default y default. Nuestro país no es el primer país que “defaultea” su deuda soberana, pero no hay muchos ejemplos de países que recurrentemente lo hagan. No hay ningún ejemplo de un país que pueda mejorar la situación de su población con un Estado en situación de insolvencia fiscal casi permanente.
Viendo como nuestro país retrocede en términos comparativos con otras naciones, viendo como el avance de la pobreza es un flagelo al cual todavía no hemos podido ni de cerca derrotar, teniendo en cuenta los desafíos que nos esperan como sociedad en los próximos años y previendo los desafíos futuros si queremos recuperar el terreno que hemos perdido en las últimas décadas, la ineficacia estatal, es simplemente, un lujo que no nos podemos permitir.
- Según la última publicación del Indec del segundo semestre 2019 el 35,5% de la población se encontraba por debajo de la línea de pobreza. El Centro de Estudios Económicos conducido por Orlando Ferreres estimó un 50% de la población por debajo de la línea de pobreza para el 2020. UNICEF Argentina estimó que el índice de pobreza en niños, niñas y adolescentes llegará al 58,6 por ciento a fin de año.