La Argentina ha tenido, al menos durante los últimos 50 años, una política exterior ambigua y errática que ha ido fluctuando en base a los posicionamientos coyunturales y alianzas políticas de los gobiernos de turno, prescindiendo de una política de estado común que persiga objetivos prósperos a mediano y largo plazo para su pueblo y que sea compatible con los principios republicanos y democráticos que le dieron origen como nación.

Co – autor Joaquín Girotti
Colaborador Mauro Patrignani

Una de las doctrinas por muchos aceptadas en el ejercicio de las relaciones internacionales de un Estado destaca la necesidad del abandono de las contingencias políticas circunstanciales para enfocarse decididamente en los intereses de mediano y largo plazo que le resultan pertinente como organización político-jurídica (1). Para desarrolar una política consistente en el tiempo necesitaríamos poner de relieve comunes denominadores que resulten indiferentes al paso de distintos gobiernos para lograr ser eficaces en los objetivos propuestos.

Lamentablemente, durante las últimas cinco décadas (2), la mayoría de los gobiernos argentinos se han caracterizado por hacer caso omiso a esa doctrina fundamental y se han concentrado en las relaciones estrechas con aquellos gobiernos afines ideológicamente, provocando movimientos pendulares y bipolares en la política exterior.
Existen sobrados ejemplos que podemos identificar como contradictorios a la hora de plantear una política exterior. Desde las “relaciones carnales” con Estados Unidos durante los 90 bajo el ejercicio de la presidencia de Carlos Menem hasta el ALBA de Chávez en el mandato de Néstor Kirchner durante la década siguiente. También podríamos señalar las distintas consideraciones que los gobiernos tuvieron en torno a la causa del atentado a la AMIA. Mientras que por un lado podemos señalar connivencias lamentables en el plano interno y en el que quizás podríamos sentenciar diciendo que es una de las causas más bochornosas de la historia del Poder Judicial Argentino; por el otro podemos visualizar dos posturas totalmente antagónicas en el plano exterior de gobiernos del mismo signo político. En este sentido, el entonces presidente Néstor Kirchner exigió ante los foros internacionales un sometimiento de los agentes iraníes sospechados firmemente en la participación de los sucesos a la justicia local apelando a los esfuerzos de la comunidad internacional para que se presionara a Irán a convalidar esa decisión. El memorándum con Irán que firma Cristina Fernández de Kirchner en el año 2013, si bien nunca entró en vigencia, señaló claramente un cambio radical en el posicionamiento de Argentina frente a este hecho terrorista.

Estos vaivenes de nuestra política exterior no han hecho más que hacerle daño a nuestras relaciones con el mundo. Su consecuencia es desconfianza hacia nuestro país y perjuicio a nuestras necesidades de relacionamiento, tanto para emprender gestiones de interés general cooperativas con los distintos Estados del mundo como aquellas vinculadas con nuestras propias aspiraciones a un desarrollo sostenido de nuestra pobre economía actual.

¿Cómo relacionarnos con el mundo?

Las relaciones exteriores deben resultar de un trabajo previo consensuado mediante el cual se establezcan criterios específicos y premisas concretas para que podamos sostener una política exterior eficaz en el tiempo.

En tal sentido es necesario encontrar denominadores comunes que identifiquen a nuestro país con una corriente de pensamiento en el mundo, y que deberán estar vinculados a una serie de principios y valores que hacen a nuestra identidad: consolidación de la democracia y del sistema republicano de gobierno, fomento de la paz, resolución pacífica de los conflictos, compromiso con el resguardo del medio ambiente y el respeto por la diversidad y los derechos humanos, promoción del multilateralismo y de una institucionalidad internacional que contribuya a la gobernanza global. Al mismo tiempo profundizar en la defensa permanente de los intereses de la Argentina sobre la soberanía de Malvinas y de la Plataforma Continental así como en privilegiar nuestra integración regional para enfrentar con éxito los desafíos y oportunidades de esta nueva era de la historia mundial. Globalización e integración deben ser los principales vectores de una estrategia de inserción global en el S. XXI.

¿Con quién relacionarnos?

De la dinámica y compleja geopolítica que debemos desarrollar el encuentro con nuestros países hermanos resulta primordial. En tal sentido, Brasil, por ser el Estado más grande de la región y por la fuerte relación comercial que nos une debe tener una especial prioridad más allá de los contratiempos que hoy están explícitos por la gestión presidencial de Jair Bolsonaro y las consecuencias inmediatas en las relaciones bilaterales.

Los bloques comerciales son una oportunidad para aunar esfuerzos y sentar posiciones conjuntas otorgando mayor peso en las negociaciones con otros países. El MERCOSUR, aún con todos sus defectos e imperfecciones, es el mejor canal para potenciar nuestras exportaciones y nuestro posicionamiento global con el peso específico de los países de la región. Es imprescindible hacer una fuerte apuesta a la potencialidad de este bloque en el cuál nuestro país es Estado Parte junto a Brasil, Uruguay, Paraguay y la República Bolivariana de Venezuela (actualmente suspendida por el Protocolo de Ushuaia). Si a ello le sumamos los Estados Asociados de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam nuestras decisiones en la agenda internacional podrán tener mejores posibilidades de éxito.

Agenda que nos obliga a vincularnos con aquellas potencias decisoras a partir de incrementar nuestra fortaleza individual conjuntamente con nuestra propia región que por su geografía mira tanto al Atlántico como al Pacífico y que la política ayudará a consolidar en su dimensión bi-oceánica (3).

La interdependencia del mundo actual hace que resulte insoslayable para preservar mejores espacios de autonomía, mantener relaciones maduras con todas las potencias y Estados mundiales. Razones políticas y económicas así lo aconsejan. Multipolaridad en el relacionamiento y multilateralidad en los espacios comunes para establecer reglas asumidas por el conjunto de la comunidad internacional y sobre todo por los países más poderosos.

El planeta atraviesa una lenta transición de poder desde Occidente a Oriente y las peculiaridades de esa marcha que hoy confrontan principalmente a Estados Unidos con China nos compromete con estrategias conjuntas para evitar ser presas individuales de una contradicción de los poderosos.

Nuevos paradigmas. Desafíos

El mundo actual demanda de energía y alimentos. Allí podemos estar presentes para obtener los recursos financieros y tecnológicos que puedan brindar un salto de calidad de nuestras economías que hagan desaparecer las rémoras estructurales que impiden un desarrollo integral. Hoy, los países latinoamericanos evidencian fuertes bolsones de pobreza y atrasos significativos en sus estructuras productivas de bienes y servicios.

Sin embargo todos ellos y Argentina en particular pueden tener un rol que le permita actuar e influir en los temas que el S. XXI destaca como esenciales: seguridad, alimentos, energía, innovación científico-tecnológica, recursos naturales y medio ambiente. Será menester entonces articular debidamente las políticas internas con las externas para generar esas condiciones que permitan defender y promocionar nuestros intereses para mejorar la calidad de vida de nuestros compatriotas. De ahí nuestro reclamo para que en el plano doméstico puedan darse esos consensos políticos imprescindibles para que en un horizonte no muy lejano tengamos a la Argentina como una Nación protagonista en el plano internacional.

  1. Calduch Cervera R, (1993), Dinámica de la Sociedad Internacional, Madrid, España, Centro de Estudios Ramón Areces.
  2. Simonoff A, (2012), Teorías en movimientos: Los orígenes disciplinares de la política exterior y sus interpretaciones históricas, Rosario, Argentina, Prehistoria Ediciones.
  3. Kissinger H, (2017), Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la Historia, Bogotá, Colombia, Penguin Random House Grupo Editorial.

Abogado. Universidad Nacional de La Plata. Como Diputado Nacional fue Parlamentario del Mercosur, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto, Delegado Parlamentario ante la Conferencia Anual de la OIT y Vicepresidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos, Parlamentarios y de Derechos Humanos de la Unión Interparlamentaria Mundial (UIP).- Senador de la Provincia de Buenos Aires (2009-2013). Ejerció la docencia y fue becario del Convenio SECYT (Argentina)- CNRS (Francia) en la Universidad de Paris X (Nantèrre) y el Glicy de Lyon sobre negociación colectiva en la empresa.